(Entrevista) Marcelo Leppe, director del Instituto Antártico Chileno: «Desde hace unos cinco años ha comenzado una renovación de varias bases»

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Por Reiner Canales.

Estamos en la base “Profesor Julio Escudero”, que acaba de celebrar su vigésimo quinto aniversario. La ventana está abierta hacia la bahía Fildes en una mañana con cerca de 6 ºC, o sea, muy caluroso para la media antártica. De fondo, se escucha el sonido de la radio en frecuencia 16 con mensajes en español y en inglés con acento coreano, chino o ruso de las bases cercanas. Marcelo Leppe (doctorado en Ciencias Biológicas de la Universidad de Concepción), entera ya dos años al mando del Instituto Antártico Chileno (INACH), cuando asumió como el primer director que provenía de la misma comunidad científica polar y luego de culminar el proceso mediante Alta Dirección Pública. La temperatura no solo sube en los termómetros sino también en los medios de comunicación de un mundo alertado por signos preocupantes de calentamiento en el lugar más frío del planeta y que buscan la opinión de los expertos para tener certezas o, al menos, preguntas legítimas ante este complejo fenómeno global.

Karpuj, la nave científica del INACH ya no está en la bahía, pero en días previos le permitió a Leppe visitar las bases Arctowski (Polonia), Ferraz (Brasil) y Prat y Risopatrón, de Chile, todas en las islas Shetland del Sur.

¿Qué destacaría de su visita a bases de Chile y de otros países?

Marcelo Leppe (ML): Desde hace unos cinco años ha comenzado una renovación de varias bases antárticas nacionales e internacionales y, por supuesto, uno quiere conocer el estado actual de nuestras plataformas de investigación y soporte logístico, pero también es bueno hacerse una idea de en qué están avanzando otros países. Tenemos un amplio rango de soluciones logísticas, desde el rediseño o reconstrucción de la base Almirante Ferraz (de Brasil), con una inversión millonaria y con obviamente un estándar muy elevado, hasta la renovación de pequeñas plataformas logísticas que hemos mantenido quizás por varios años en el descuido y que ahora toman de nuevo relevancia para la ciencia como, por ejemplo, la pequeña base Risopatrón, en la isla Robert. Lo más importante de este periplo por distintas bases ha sido el constatar los avances en logística y en la infraestructura para el servicio de la ciencia.

Pensando la Antártica 3.0

¿En qué consiste el proyecto de renovación de bases de INACH?

ML: Consiste en la remoción de las estructuras que ya han cumplido una vida útil cercana a los 20 años (la más antigua tiene 25 años y hay una que tiene unos 15 años), en el concepto de que tenemos que desarrollar una arquitectura, primero, amigable con el medioambiente, respetuosa del Protocolo consignado en el Tratado Antártico, con energías renovables que permitan disminuir nuestra huella de carbono en la Antártica, pero fundamentalmente que sean seguras para nuestros investigadores y que sean capaces también de entregar una funcionalidad por muchos años. No queremos tener bases que requieran ser pintadas o reparadas constantemente como ocurre en la actualidad. Necesitamos bases que se puedan proyectar en el tiempo sin tanta mantención y que permitan focalizarse en este aspecto que es la polifuncionalidad respecto de siete líneas de investigación.

El proyecto apunta hacia tres bases principales en un gradiente latitudinal, siendo la principal de ellas base Escudero, que está en la isla Rey Jorge y que es la puerta de entrada y un pivote importante para la ciencia y la cooperación internacional. Después, la base Yelcho, que es nuestra principal plataforma marina con un tamaño aproximado para 30 personas, y la base Carvajal, que es la apuesta para el futuro. Nuestros ojos y voluntades están puestos en tratar de llegar dentro del círculo polar, en las zonas que se ven más poderosamente afectadas por el cambio climático y que representan un desafío todavía en términos de que la logística y la ciencia que se hace ahí es un poco distinta a la que se hace en las islas Shetland.

Escudero acaba de cumplir 25 años y en la historia moderna de Chile en la Antártica debe ser uno de los esfuerzos importantes para apoyar la ciencia polar. ¿Cómo ve a Escudero a un cuarto de siglo de su creación?

ML: La importancia de Escudero ha sido creciente. En un principio, los modestos módulos respondían también a un número modesto de proyectos e investigadores que venían la Antártica hace 25 años con grandes aspiraciones, con una labor pionera, con tiempos muy desafiantes e incluso con un clima mucho más riguroso.

Hoy día el eje no está en ser pionero, el eje está en brindar la mayor y mejor plataforma para el desarrollo de ciencia de calidad y con impacto. Nuestro eje ya no está en el número de proyectos que realizamos en la Antártica, porque hemos alcanzado un buen número de proyectos, sino que en aumentar la calidad y el impacto.

Esta madurez me hace pensar y creo que ha sido análisis también del Comité Nacional de Investigaciones Antárticas (CNIA) y de varios investigadores que conocen el programa desde hace años. Hemos alcanzado un número de proyectos que es interesante, uno de los más altos que se hace a nivel mundial en la Antártica, más de 100 proyectos, y no quisiéramos que aumentara de ese número. Son cien investigadores principales de proyectos, pero detrás de ellos hay cuatro o cinco veces más científicos. Estamos hablando de que hay un pool de personas que rodean al Programa Nacional de Ciencia Antártica (PROCIEN) superior a las 500 personas en términos de investigadores. Podríamos hablar de 100 logísticos y podríamos hablar también de personal de Defensa que probablemente supere las 500 personas. Ese grupo de gente nos da la posibilidad de pensar ya en la segunda etapa y la segunda etapa es agrupar investigadores en torno a preguntas más grandes, con mayor trascendencia y con mayor impacto en revistas de calidad superior como pueden ser las del quintil 1 o quintil 2, pero postulando a fondos mayores.

El PROCIEN ofrece buenos índices, pero si desarrollamos laboratorios y el anhelado flujo de datos en tiempo real junto con sensores multiparamétricos en distintos lugares, que se nucleen, que se centren en base Escudero y en las bases que tendríamos en otros lugares de la Antártica, estaríamos jugando las ligas mayores de las ciencias del siglo XXI.

A lo dicho, hay que agregarle un rol clave que tiene Escudero y que no tienen las otras bases como pivote de la colaboración científica internacional. Todos los años Escudero recibe entre un 15 y un 22 % de investigadores extranjeros, ya sea porque participan dentro de proyectos del PROCIEN o bien porque tienen colaboración internacional directa con nosotros o porque hay solicitudes de Programas Antárticos Nacionales para que apoyemos iniciativas internacionales y eso va abriendo puertas y esas puertas que se abren no hacen más que multiplicar el efecto del Programa Antártico Nacional permitiéndole a investigadoras e investigadores chilenos también acceder a otras plataformas que están mucho más allá de la logística que podemos brindar hoy día.

Ese importante rol de base Escudero también ha sido destacado en tiempos de emergencia cuando han ocurrido accidentes o ha habido necesidades importantes. Escudero siempre tiene las puertas abiertas para recibir a logísticos, personal de Defensa o también investigadores de distintos países que requieren un apoyo desde esta base y creo que ese es un prestigio que ha ganado merecidamente y ya se entiende a nivel internacional de que es un importante pivote para la ciencia antártica mundial.

Volviendo al proyecto de renovación de bases, ¿de qué montos y plazos estamos hablando?

ML: El proyecto original contempla 68 millones de dólares. Estamos hablando de un plazo de diez años concentrando las inversiones en la segunda mitad del proyecto con la idea de partir en la base Yelcho y Carvajal con el diseño, pero en paralelo tratando ya de preparar el camino para la renovación de forma modular de la base Escudero. La materialidad con que están construidas estas bases es del siglo XX, estamos en el siglo XXI, hay nuevos materiales y nuevas pinturas, hay nuevas maneras de producir energía alternativa y queremos que toda esa información se incorpore en este nuevo proyecto y, por lo tanto, requiere etapas de diseño bastante acuciosas para que podamos proyectar bases seguras, ambientalmente amigables y funcionales para la ciencia.

Chile y la Antártica: desafíos a nivel país

¿Cómo evalúa estos dos primeros años como director del INACH?

ML: El primer año fue muy importante en términos de conocer y levantar el estado actual de la ciencia antártica nacional y hacer un análisis respecto de si con la estructura actual éramos capaces de enfrentar los desafíos por venir. Eso devino en el planteamiento de la necesidad de tener más personal, más recursos y también de replantearnos el futuro cercano a través de un plan quinquenal que debiera ser materializado a mediados de este año.

Mi análisis tiene las siguientes conclusiones: tenemos un tremendo grupo humano que está bajo un régimen de trabajo bastante estresante, en donde cada uno es una pieza fundamental de lo que llamamos la estructura logística y científica del INACH, del PROCIEN y también de la colaboración internacional. Por lo tanto, todavía estamos en una fase en donde cada una de estas personas es fundamental para el éxito de cada una de las campañas.

En segundo lugar, diría que hemos entrado en un período de madurez donde ya tenemos un pool de científicos de más de 30 instituciones que están impregnados de la voluntad de hacer investigación antártica de alta calidad y eso ha sido un éxito. Tenemos un programa de comunicación exitoso que ha logrado producir material de alta calidad y cuyo objetivo hoy día es tratar de llegar a muchos más oídos y ojos de chilenos, que más personas se sensibilicen respecto de la importancia de estudiar la Antártica, de conocerla y de entender su rol fundamental a escala planetaria y también para Chile.

Necesitamos advertir la creación de nuevos grupos de logísticos que estén acordes a las necesidades futuras cercanas. Esto es, por ejemplo, un rompehielos que va a entrar en operación en unos pocos años y que requiere personal técnico especializado y que tenga experiencia en labores oceanográficas biológicas y físicas, de personal para trabajar y manejar bases con estándares mucho más altos que los actuales y también personal técnico que estudie las mejores alternativas, por ejemplo, en materialidad, construcción y seguridad. Por ello, hemos estado empeñados en varias contrataciones y programas especiales para fomentar esta línea. Vamos a seguir manteniendo todo el trabajo que hemos hecho en estos últimos años para el Centro Antártico Internacional y esperando la luz verde en algún minuto que pudiera cimentar este anhelado proyecto.

¿Cómo ve al Programa Antártico Chileno en su conjunto?

ML: El Programa Antártico Nacional ha transitado pruebas muy difíciles estos últimos años, desde la necesidad de renovación de su plataforma logística antártica, entiéndase la estructura de bases, de buques, de aviones y también de fatalidades como el trágico accidente del C-130, nos obligan a plantearnos que, en realidad, lo que ocurre a nivel internacional también está ocurriendo a nivel nacional.

Existe un deterioro de plataformas que no han sido renovadas en mucho tiempo y para renovar uno requiere tomar muy buenas decisiones de acuerdo al presupuesto disponible y entendiendo que estamos en un país que tiene muchas necesidades. Estas necesidades antárticas deben ser ponderadas.

Sin embargo, creo que existe mucha más conciencia acerca del rol que cumple la Antártica a escala mundial y a escala nacional y ese mismo rol hace que haya una opinión pública muy favorable a entregar condiciones mucho más seguras en todas las plataformas. Creo que eso es un sentimiento compartido con los operadores antárticos del Ministerio de Defensa y también compartido con la coordinación en el Ministerio de Relaciones Exteriores.

El éxito de Karpuj, el rompehielos “bonsai”

El otro día se produjo algo especial aquí en la bahía Fildes: había tres botes zódiac, dos lanchas de casco rígido y la nave Karpuj, todos del INACH. A estas se suman las lanchas Hugo Moyano y Carlos Moreno que están en base Yelcho. ¿Qué ha significado para el programa científico contar con esta pequeña flota?

ML: Hay dos ventajas comparativas que tiene el PROCIEN y la Expedición Científica Antártica (actualmente en su versión ECA 56), en realidad, y una de ellas es que es capaz de hacer permanecer al investigador el tiempo que necesite en el lugar donde está el fenómeno que quiere estudiar o la pregunta que quiere responder, y, mejor que otros países, tenemos la capacidad, una vez terminado su trabajo y cumplidos su objetivos, sacar al investigador o investigadora de Antártica tratando de minimizar justamente su presencia en el Continente Blanco. 

La segunda ventaja importante es una de las características del PROCIEN: nosotros nos acercamos al fenómeno, no traemos el fenómeno a nosotros y eso significa que tenemos mucha gente que se está desplazando por las Shetlands, por la península Antártica, llegando a bucear en los puntos donde le interesa muestrar, yendo hacia las colonias de pingüinos que quiere estudiar o bien a la población de Colobanthus que necesita testear escenarios de cambio climático. Somos un programa que se mueve mucho y el tener mejores vehículos, más seguros, más rápidos y que respeten el medioambiente es una ventaja comparativa y es algo que ha sido objeto de estudio de otros programas. Hoy día vemos otra nave muy parecida a la Isabel en la costa, del Programa Antártico Uruguayo, porque han visto que la funcionalidad que nos ha dado Isabel en la bahía Fildes es muy alta.

Karpuj ha sido mirada y llamada con humor y con respeto el «rompehielos bonsai», porque tiene un montón de equipamientos científicos que tienen naves mayores, pero están concentrados en una nave pequeña que tiene una gran versatilidad y que permite hacer desplazamientos en una economía de escala mucho mayor. Ha satisfecho necesidades de varios programas: este año desarrolló una intensa agenda con personal del NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration) en un proyecto común para el monitoreo de kril en escenarios de cambio climático, por lo tanto, está ayudando a contestar preguntas grandes. Nos ha puesto a la vanguardia en varias de ellas y ha sido una apuesta muy importante que ha dado esta versatilidad al programa nacional.

¿Cómo se imagina a Escudero en cinco años más?

ML: Me la imagino separada en módulos, por lo menos, tres o cuatro distintos caracterizados de acuerdo a sus funciones: uno de servicios, uno habitacional, otro de laboratorios y otro de logística, conectados por puentes mecano y elevados, que sea más amigable con el entorno pero también que ofrezca a los investigadores algo que todavía tiene la base Escudero, que es una gran visual del entorno con fines de controlar y monitorear nuestra actividad en la bahía Fildes, pero también con la idea de mantener el espíritu de que estamos en Territorio Chileno Antártico y no estamos en cualquier lugar de Chile haciendo investigación y la responsabilidad que eso implica.

Igualmente aspiro a que sea una base que dialogue con el entorno y con las otras bases presentes, que muchas de las cosas que tenga sean complementarias con las bases chilenas que van a estar acá y que siga siendo un importante pivote para la colaboración internacional y sigamos viendo mucha gente en tránsito respondiendo preguntas importantes.

¿Con fibra óptica?

ML: Ojalá con fibra óptica y si no es con fibra óptica con algún satélite dedicado para dar flujo de datos en tiempo real que es una necesidad importante.

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